17 de octubre de 2008

Introito

Año 2040.
Los productores televisivos libran una encarnizada batalla por las audiencias planetarias con unas fórmulas cada vez más gastadas. Ya no sirven ni las teleseries de tramas enrevesadas, ni los partidos de fútbol de la liga saudí, ni mucho menos los especiales de Carlos Latre.
El combate es aún más trágico en el frente de los reality shows, donde el agotamiento se hace patente. Tras los fracasos de Gran Sexador de Pollos, La Isla de los Lobotomizados y Operación Castrati, los programadores se devanan los sesos sin solución posible en lontananza.
Desesperado, un gris ideólogo televisivo y socio del Atlético Petanca, Reginald Finnstrüpp, zapea por los canales de teletienda. Allí, entre promociones de embutidos para zarigüeyas y aparatos para ejercitar el esfínter, descubre una oferta única: la reedición conmemorativa de El Gran Dictador, película que cumple cien años, ahora con dos imágenes y media inéditas, montaje del director y bigote postizo de regalo.
Al señor Finsstrüpp se le iluminan los ojos. Llama a sus contactos. Llama a sus superiores. Llama a su señora para decirle que estará ocupado y no irá a comer. Tiene por fin la idea de su vida.
Se desenterrará a los dictadores más sanguinarios y/o carismáticos, se les clonará y se les dará una segunda oportunidad de cara al gran público. Así podrán (o no) lavar su imagen y, lo que es más importante, publicitar las canciones del próximo Ibiza Mix y dotar de carne fresca a las portadas del Interviú.
Sabedor de que el concurso levantaría ampollas, Finsstrüpp se encargó de canalizar las incómodas protestas de los grupos a favor de derechos humanos mediante lucrativos mensajes a móviles. Asimismo, y aún no se entiende cómo, les convenció de que los participantes, como clones que eran de carniceritos de antaño, sólo buscaban redimirse ante el mundo y purgar los pecados cometidos en su otra vida.
Por último, Reginald Finsstrüpp quiso asegurarse el éxito total del programa. Logró que los prebostes de Bazophia TV le prometieran contratar al mejor presentador posible, fuesen cuales fuesen sus honorarios. Por desgracia, Pepe da Rosa IV estaba ya comprometido, así que hubieron de conformarse con la cabeza de Mercedes Milá.
Y así se dio comienzo a Gran Dictador. Otra cosa bien distinta sería su desarrollo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Arrancando motores ;)

Fer dijo...

Jejeje, pues sí, Luna, estamos arrancando motores poquito a poco, ¡a ver si esto tira!

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